Reversión solemne de un clásico del siglo XIX

Por Paula Goodbar

Casa de Muñecas, de Henrik Ibsen. Dirigida por Lizardo Laphitz. Actuación de Richard Courbrant, Alejandro Holm, Luciana Lamota, Gabriela Puig, Agustina Saenz y Santiago Vicchi. En el Teatro Border. Godoy Cruz 1838. Funciones: Sábado 19:00hs.

De la mano de Laphitz como director y un elenco joven, el cual en su mayoría está dando sus primeros pasos dentro de la escena teatral porteña, la famosísima obra de Ibsen vuelve a representarse dentro del Teatro Border.

Casa de muñecas es una obra de otro tiempo, y esto se observa no sólo en su duración de casi tres horas, sino también en sus diálogos, intercambios y extensas intervenciones. Es una obra “de texto”, coloquialmente hablando. Laphitz se hace cargo de esto y propone una puesta estática: el protagonista es el texto de Ibsen, lo demás está construido alrededor como sostén y acompañamiento.

A primera vista la obra nos presenta la típica casa de familia burguesa. Las decisiones estéticas en tanto escenografía y vestuario van en consonancia con la época de producción del texto, estrenado en 1879 en el Teatro Real de Copenhague. Pero, por otro lado, la iluminación no acompaña este registro, produciéndose así una superposición temporal sobre el escenario que distancia al espectador de la obra.

La actuación pareciera venir de una escuela realista, todos tienen un buen registro y una enunciación correcta.  La propuesta es sobria y solemne, no hay sorpresas en cuanto a su ejecución. Sin embargo algunos de los personajes logran destacar y tener su momento de lucimiento: quienes encarnan a Kristine Linde y Nils Krogstad (Agustina Saenz y Alejandro Holm), actores que recomiendo seguir en sus carreras para ver cómo continúan evolucionando. Más allá de ellos, la obra transcurre y fluye sin altibajos hacia el final ya conocido.

Hablamos con el director Lizardo Laphitz para preguntarle cuáles son los motivos que lo impulsaron a montar Casa de muñecas en la actualidad:

“Está a la vista el tema: es una lucha que no se termina, la lucha que emprendió la mujer, es algo que todavía está en pie y, pese a que se han ganado muchas cosas, todavía no se supera. Hay toda una cuestión con el patriarcado, el machismo, la rivalidad que hay para que la mujer acceda a los lugares libremente como accede el hombre. CdM muestra una sociedad de ese momento, cerrada, hipócrita, prejuiciosa.  Yo creo que eso sigue ocurriendo hoy, por eso creo que la obra es muy valiosa y que en este momento precisamente es muy bueno que se vea y se haga esta obra. Hace muchos años existe esta lucha, y creo que Ibsen, con una lucidez y una inteligencia aplastante, ya en ese momento tenía esta inquietud.”

La propuesta de Laphitz es parar el texto en el escenario y que sea éste el protagonista; los demás, tanto el propio Laphitz como el elenco, son meramente ejecutores. Una obra modesta y poco pretenciosa.

Las fotografías publicadas pertenecen a Paula Goodbar

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