Un grotesco nacional shakesperiano minimalista

Por Lucía Larios

Yorick, la mirada del bufón. Dramaturgia y dirección de Fabricio Rotella. Actuación Ignacio Bozzolo, Fernando De Rosa, Luciana Vieyra. Sábados 21 hs, en Teatro Beckett, Guardia Vieja 3556.  Duración del espectáculo: 70 minutos. Compra por www.alternativateatral.com. Instagram: @yoricklamiradadelbufon1

Entre los ronquidos de una reina despatarrada y un rey infame, sin gracia y soñador, el espectador se prepara, atento, a ver un grotesco nacional minimalista. Capas sutiles de información permiten descubrir, escena en escena, cómo esta obra hamletiana tiene menos de época pasada y más de época futura. Sutiles notas de vestuario, utilería y el color de la luz son los primeros indicios de que el mundo que se presenta a los ojos de la audiencia está situado en un tiempo post apocalíptico, un poco steampunk pero sin tecnología, un mundo que fue arrasado por pestes de la carne y la locura. Es un mundo en un tiempo en el que solo sobrevive el despojo de lo que alguna vez fueron seres humanos.

Un grotesco, minimalista y contemporáneo que, para poder construir la incertidumbre estética de esta realidad distópica, cómica y a la vez siniestra, solo necesita de dos o tres elementos armados con rejuntes. No hace falta más, está todo dicho con unas sillas reconstruidas y adornadas con lo que hubo a la mano, un carro de linyera con algunas fotos populares y algunos objetos de utilería. Así se da contexto visual a cada parte de la trama, El escenario presenta un primer plano con objetos, un telón y una puerta por la que aparecen o desaparecen los personajes, gracias al trabajo de iluminación, recortando en el fondo un lugar imaginado más allá del espacio escénico.

El vestuario fue creado con la misma idea de reconstrucción y deconstrucción que los objetos de utilería: capas de indumentos disímiles, rescatados de la vida cotidiana, recuerdan conceptualmente atavíos reales y pomposas ropas destartaladas. Cuando por fin el espectador desglosa cada elemento que construye la escena, es cuando logra adivinar la propuesta distópica y atemporal de la historia. Un futuro perdido que recrea el pasado literario de los textos clásicos disipados en la nebulosa de un mundo degenerado, reinterpretados con un filtro de cultura popular y contemporánea.

Como un giro del destino, el libreto de Fabricio Rotella vuelve a contar esta clásica historia, pero con la corrección necesaria que rescata al personaje olvidado. Si bien hay guiños a la obra original, esta obra no es sobre Hamlet o sobre su padre fantasmagórico o sobre la corrupción del tío y de la madre, ni sobre la historia de un desamor que termina en locura y suicidio. Tampoco es una nueva versión o una adaptación, es, como dice el director, sólo una pústula, una carne crecida sobre la carne cocida de Shakespeare. Una precuela imaginada que cuenta por fin la historia de esa otredad olvidada, de la que nadie quiere hablar, pero que todos necesitan para que el mundo sea tal cual es.

Es la obra de Yorick, el bufón olvidado, que solo es calavera en los tiempos de Hamlet pero que, para esta nueva historia, es mucho más que el pie para un discurso famoso. Ser o no ser o, más bien, qué ser y cuándo y cómo y con quién. Aquí se cambia el foco de la famosa pregunta existencial, se desarma, se analiza, se juega con ella y, al final, se deja al espectador con los pies para arriba preguntándose quién es o no es y cuándo es y cómo es y si alguna vez será.

Para dar vida a esta puesta el trabajo actoral y físico de los actores, que ponen todo de sí, se juega en el ridículo y, en el desparpajo corporal, la integridad de cada personaje. Con un poco de clown en cada uno y, a la vez, un poco de seriedad shakesperiana, logran deconstruir el concepto de personalidad y las leyes estéticas clásicas para llegar al teatro grotesco. Y, para redondear este estilo, también juega un rol importante la ruptura de la coherencia lingüística con la mezcla de declamación tradicional y las modalidades del lenguaje del porteño bonaerense, acompañada con un poco de sazón musical del conurbano.

Esta tragedia semi griega, atravesada por el punch de chistes, gestos y palabras populares de las calles de Buenos Aires construye el grotesco nacional. Así, el espectador se siente de alguna manera parte de la obra, cómplice, compinche y cercano, en contraposición con un tipo de teatro que cada vez se aleja más del público contemporáneo. Cumbia, sexo y sangre entre risas nerviosas y vergüenza ajena son las claves para ver Yorick, la mirada del bufón.

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