Por Florencia Galván
L4, L5, de Natalia Mussio y Sebastián Iglesias. Compañía Soga: Virginia Ayesta, María José Gómez, Abril Ibaceta, Candelaria Iocco, Diego Nuñez, Arian Ortellado, Rocío Parades, Solsiré Pinto, Eduardo Virasoro. En La Fábrica, espacio de arte. Acevedo 768 (CABA). Funciones: domingos de mayo, domingo 5 y 12 de junio, 19 hs.
A veces da la sensación de que en materia de danza y movimiento ya está todo dicho. Que las propuestas llevadas a escena son, de alguna manera, lo mismo que ya se vio antes, pero con algún refresh. Que ya nada sorprende, que los recursos escénicos, los cuerpos, se repiten hasta el infinito: bailarines llevados al extremo, virtuosismo por el virtuosismo mismo, cuerpos desnudos, expuestos, cuerpos que se agotan. Después de agotar todo, ¿entonces qué? ¿Cómo seguir después de eso? ¿Cómo encontrar una salida al loop de lo mismo? Es ahí donde aparecen Natalia Mussio y Sebastian Iglesias para brindar una posibilidad renovadora. Ellos codirigen la Compañía Soga y presentan su última obra, L4, L5, que, como una luz de esperanza (y desesperanza), sumerge al espectador durante cincuenta minutos en un espacio distinto, un mundo propio. Al entrar a la sala, se es testigo de un tiempo suspendido, de una manera muy particular de llenar el ambiente escénico, de una conexión entre los intérpretes que casi se puede palpar, bailarines que proponen diversos paisajes kinéticos, conducen al público presente a una montaña rusa de estados de ánimos, con subidas y bajadas, con giros sorprendentes; una montaña rusa que ofrece un aire renovador.
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