Animar las ideas

Por Caterina Niello

Irene Blei es cineasta, docente, fundadora de la Primera Escuela de Cine Infantil y Juvenil, Taller de Cine “El Mate”, y escritora del libro Canadá cuadro a cuadro. Sus cortometrajes animados han sido galardonados en festivales locales e internacionales y ha recibido importantes becas que le permitieron capacitarse en investigación y en el estudio de la animación.

¿Creés que influye en los espectadores la función didáctica de la animación?

Justamente, mi interés por el cine empezó por este tema. Cuando estaba terminando el profesorado, en la escuela donde estaba haciendo mis prácticas de la residencia tenían una videocasetera de un sistema que ya no existe más. Me pareció bárbaro y nos imaginaba usando videos para enseñar en vez de un pizarrón. Pero resulta que tenían tres casettes, uno sobre triángulos y geometría, otro sobre la recorrida de un museo, y otro sobre calles de Francia. Nada más. Para mi fue una desilusión total. Y pensé que teníamos que hacer material didáctico audiovisual. Empecé con esas ganas e hice algunos materiales. De hecho, en Canadá cuadro a cuadro está el gran maestro Norman McLaren, al que le interesaba mucho el tema de la animación como recurso educativo, y le puso esa impronta al National Film Board durante un tiempo. La animación como recurso didáctico es fantástica. Y aunque una producción no tenga finalidad didáctica, la sensibilidad de uno se ve muy tocada por la animación. Hay ejemplos muy interesantes, como El viejo y el mar, de Hemingway, que proyecté hace poco en un ciclo. Está hecha en pintura sobre vidrio por Alexander Petrov, en Canadá, invitado por el National Film Board. Traspuso toda esa obra literaria con una técnica extraordinaria.

¿Cómo fue tu proceso con las becas de Canadá?

Las becas de Canadá me dieron un trabajo terrible, porque me invitaron a presentarme, lo hice y reboté infinidad de veces. Ya estaba harta. Pero al mismo tiempo me llamaban también para dar charlas como especialista de animación, porque desde mi rol de docente había investigado mucho. Era referente de la materia pero eso nunca me favorecía para las becas. Siempre aplicaba como docente y no la ganaba. Un año me dijeron: ¿y por qué no te presentás como investigadora en lugar de presentarte como docente?. En realidad, lo que quería hacer era especializarme en la enseñanza, pero acepté. Fue muy paradójico, cuando ya no quería de ninguna manera presentarme a una beca, me presento y la gano. Creo que tal vez hubiese sido mejor escribir un artículo; para los fines de la investigación hubiese sido lo mismo. Pero me embarqué en ese libro que me dio muchísimo trabajo.

De todo eso salió tu libro Canadá cuadro a cuadro, ¿cómo fue el resultado para vos?

Me encantó el resultado, tuve muy buenas devoluciones del libro. Da mucho más trabajo hacer un libro que una película, y más con tantas cosas: muchos artistas, información que estaba en inglés, en francés, en yugoslavo. Fue muy interesante pero muy árduo. Esa beca la gané cuando ya no lo esperaba y aspiré a algo mucho más ambicioso de lo que tenía en un principio como idea. Fue muy complejo hacerlo, llevarlo adelante, terminarlo. El factor más importante es el tiempo. Por supuesto que el dinero también es importante, pero tener el tiempo es fundamental. Con la segunda beca, la asesora cultural me preguntó qué faltaba para que termine el libro. Tiempo, le contesté. y me aconsejó que me presente de nuevo. Lo hice, gané, y en lugar de viajar utilicé parte de ese fondo para imprimir el libro porque si no, no llegaba tampoco. Así fue que lo presenté y lo gané, y estoy muy contenta de que haya ocurrido. También estoy aliviada porque ya pasó,  ya terminó. Pero creo que voy a escribir algo más, con respecto a la enseñanza de cine para niños y jóvenes, porque me lo requirieron y es algo que siento que tengo que brindar.

¿Seguís con tu trabajo docente?

Ahora estoy enseñando a docentes, formando grupos de trabajo, con cursos, talleres y seminarios a lo largo del país y también en Uruguay y Paraguay. Estuve dictando un curso que se llama “Cómo guiar la producción audiovisual de niños y jóvenes” en el que trabajamos mucho con teléfonos celulares, aunque no exclusivamente. Es una mezcla, porque creo que hay que utilizar lo que uno tiene, no poner siempre la excusa de que uno no puede porque no tiene. Comprando un equipo no hacés nada. Lo más importante no es el equipamiento, no son las cosas. Eso nos enseña mucho a todos. Lo más importante está en uno, en el entusiasmo, en tener ganas de hacer algo.
Por supuesto, extraño mucho enseñar a niños, pero también siento que es una buena variable estar formando coordinadores de la actividad audiovisual. En eso me siento útil, me gusta la idea de poder motorizar a otros. Pero pienso que hoy en día no haría una escuela de cine.

¿Qué harías ahora?

Estoy implementando una iniciativa de arte y comunicación, porque creo que hay dos motores muy importantes: uno es tener el entusiasmo y las ganas de comunicarse, y el otro, tener las ganas de crear. Y lo importante es saber qué dirección tomar. La realidad es que uno tiene que buscar primero qué quiere contar y después con qué lo quiere hacer. No el material primero, ni siquiera el medio. No todo se cuenta a través de una película. Capaz que se cuenta en un formato auditivo, o en un formato web, en una plataforma o interfaz. Hay muchas formas de contar.

¿En qué consiste tu nueva iniciativa?

Mi proyecto actual de arte y comunicación todavía no está completamente desarrollado pero se llama Tengo una Idea. Primero es necesario localizar lo que uno quiere hacer y, después, hacerlo, por eso el proyecto tiene que ver con la asesoría y el trabajo directo, que deviene en trabajos de arte y comunicación la mayoría de las veces. Y no tiene que depender de los medios, sino todo lo contrario. Ahí sí noto una diferencia que marca el calendario: en 1987 los medios no estaban en manos de todos, de hecho en esa época no todos teníamos videocasetera en casa. Y en ese momento pensaba que era necesario poner los medios a disposición de los chicos. Hoy en día, los medios ya los tienen. Por eso Tengo una Idea centra la atención en lo que hay para contar, en el entusiasmo y en llevarlo adelante. Muchas veces había presiones secundarias, como no tener los materiales, pero, ahora que conquistamos el digital, eso está totalmente democratizado. Hoy en día todos tenemos celulares, por eso es importante valorizarlos. Existen muchas aplicaciones con las que podés trabajar, que son herramientas valiosas. Lo interesante también es usar las dos cosas, lo analógico y lo digital. Pero lo más importante es lo que te llevás puesto, no necesitás una cámara excelente para aprender a hacer algo. Hay que desmitificar.

Hace tiempo dijiste que los festivales audiovisuales eran “territorio de hombres”, ¿creés que eso sigue siendo así?

No fui yo quien lo dijo, lo escuché de otras realizadoras, en otras épocas. Me lo dijeron acá, en Argentina, pero también me lo mencionó una animadora de Canadá, Diane Obomsawin. Ella había dicho que esos eventos eran “festivales de testosterona” y que no le interesaban, algo muy provocativo en ese entonces. Diane también es dibujante e historietista, le gusta mucho estar puertas adentro, después fue saliendo un poquito de la cueva. Pero sí, noto una diferencia. Desde cuando era joven hasta acá, cambiaron muchas cosas. Y hubo una época en la que como realizadora, como animadora y como docente de medios audiovisuales, estuve bastante sola en el campo.

¿Cómo estás viviendo ese cambio?

Ahora hay una movida feminista de la que por suerte estoy participando. El cambio es muy notable, veo una hermandad, una sororidad más instalada. Me encanta trabajar con mujeres animadoras, es muy lindo construir los espacios junto a ellas. En la Red de Animadoras (RAMA), un grupo muy reciente, hicimos una película colectiva. Dentro del grupo de la realización, tenemos hasta 30 años de diferencia de edad entre nosotras. Es muy lindo porque hasta hay diferencias en el lenguaje, diferencias de interpretación. El otro día una muchacha me decía que se habla de cuerpos feminizados, porque cuando hablamos de violencia de género, esa violencia se ejerce contra la mujer, las niñas, las travestis, las y los transexuales. Los cuerpos feminizados. Noto un aprendizaje muy productivo y lo único que creo es que hay que tener cuidado en no cerrar, no ponerle barricadas a los hombres, porque ellos también tienen que aprender y de hecho, muchos hombres jóvenes vienen educados por mujeres como nosotras.

¿Qué pensás de la poca visibilización LGBT en el cine de animación infantil?

Creo que es hay una movida importante en los últimos años. En Canadá, la mayoría de las directoras con las que trabajé tenían parejas de su mismo sexo. Los hombres, como McLaren, también. Es algo aceptado, pero no trabajaban el tema LGBT especialmente. Salvo Diane Obomsawin, que hizo la película I Love Girls (J’aime les filles), donde trabajó esta temática. Creo que de a poco se va progresando, hace unos años se empezó a incluir a personajes de distintas etnias y recién ahora se va avanzando en este tema. Un conocido hizo un análisis sobre la obra de Norman McLaren, que era abiertamente gay y todo el mundo sabía que su pareja era Guy Glover. En su análisis intentaba buscar significados homosexuales, pero él no hacía cosas específicamente en la temática. Esa era la lectura de un crítico. Para mí lo que más destaca en su obra no es la intención LGBT, aunque lo hayan tomado como exponente, creo que él era un gran humanista y como tal, no se le escapaba esta cuestión. 

Ya que lo mencionaste, debo preguntar, ¿qué pensas de la crítica?

La crítica es muy necesaria. Es imprescindible. El primer crítico debiera ser uno mismo. Una gran parte del trabajo consiste en detenerse a pensar y también analizar lo que uno está haciendo. Una crítica es muy bienvenida, las agradezco porque creo que no cualquiera te da una. Cuando alguien se detiene a mirar lo que hacés y te señala algo, esto es importante. La crítica completa la obra del autor, completa tu perspectiva. Si no se tiene la devolución del espectador, de quien la ve, no se tiene nada. Por supuesto, tenés hasta donde hiciste vos, pero no tenés el conocimiento de cómo le llegó a otros, qué le produjo a otro, porque las personas no somos todas iguales, no vemos todos lo mismo y, en distintos momentos, una misma persona puede ver distintas cosas. Creo que es muy necesaria y que completa las obras.

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