CUANDO NADIE NOS VE

Por Laura Amarilla

Imposible escribir una línea completa. De Irene Braggio, Anna Dekuchavksy y Mathias Carnaghi. Dirigida por Irene Braggio. Con Mathias Carnaghi. En Machado Teatro, Antonio Machado 617, CABA. Funciones: viernes 20:00h.

¿Existe un refugio para el insomnio? ¿A dónde escapar cuando la falta de sueño se vuelve una rutina? Al abrigo de sus pensamientos rumiantes, el personaje de esta obra divaga entregado a la resignación de no poder dormir.

Al entrar en la sala de Machado Teatro, el público es conducido a sentarse en las gradas, con una suave música de fondo. Mientras tanto, al ras del suelo que oficia de escenario, una persona (Mathias Carnaghi) se revuelca al compás de El invierno de Vivaldi, cuyo volumen va en aumento. El espacio escénico es austero y en él habitan unos pocos objetos que parecen abandonados a su suerte. A la derecha, una media esfera de plástico semitransparente le da un aspecto espacial al ambiente. A la izquierda, alrededor de una silla de madera ubicada frente al público, se superponen un poncho rojo, un teléfono a disco y una pila de objetos textiles, desde  la que llaman la atención una peluca fucsia y otra verde flúor.

Mientras los espectadores se terminan de acomodar, el ambiente se siente tenso. El sonido de los violines frenéticos de los adagios de El Invierno invade la sala. El único personaje en escena está despeinado, ojeroso, desalineado y hace piruetas nerviosas. Está vestido con una remera vieja, un slip y unas medias can can rojas con varios agujeros. La luz es cálida, pero lejos de lo acogedor, la escena se enrarece, quizás por la falta de definiciones. ¿Qué habitación es? ¿Estamos en una casa? ¿Cuál es el adentro y cuál el afuera? La música comienza a desvanecerse y el personaje se sienta en la silla y empieza a coser, mientras habla en voz alta con alguien que no está ahí.

El monólogo parece un divague. Sin embargo, por momentos el personaje detecta que se está enredando en sus propios pensamientos y se trae de vuelta a sí mismo con gritos que retumban en toda la sala: “¡Volvé! ¿A dónde te fuiste? ¡Vení para acá!” Dura un rato ese regreso a la coherencia, en el que se hace consciente de su aquí y ahora para discutir con su terapeuta, “Marcela”, representada por la media esfera plástica. Con ella reniega de su incapacidad para conciliar el sueño, el desorden y el futuro. En esas conversaciones en el aire intuimos algunas cosas más: la identidad de género fluida del personaje, su enfermedad psiquiátrica que requiere medicación, su historia incómoda con el insomnio y su contexto precario. Sin embargo, pasado ese rato de coherencia, vuelve a verbalizar pensamientos inconexos que le generan tanto risa como angustia. ¿Quiénes somos cuando nadie nos ve?

El guión de la obra es una verborragia histriónica que por momentos abruma e incomoda: hay besos con objetos inanimados, juegos de seducción, llantos, gritos y risas desaforadas.

Las palabras se superponen sin un hilo conductor claro. Es un no-lugar y un no-tiempo, ese limbo en el que las horas pasan y el reloj en funcionamiento es la única certeza de que el mundo es real y se sigue moviendo. La incertidumbre, e incluso la falta de identidad del personaje se revelan como un disparador para generalizar los puntos en común de esta patología: le puede pasar a cualquiera.

En una siguiente escena, el personaje enumera los síntomas de la falta de sueño. Su mirada es intensa y su rostro, enrojecido por momentos, parece desfigurarse. Habitan ahí el miedo, la inseguridad, la ira y el desconcierto. El insomnio tiene efectos mentales y físicos. Con la falta de melatonina y el cortisol que regula el estrés disparado, sabe que, a pesar de necesitarlo, no podría verbalizar todos sus pensamientos. No puede seguirles el ritmo y eso lo frustra. ¿Será por eso que es imposible escribir una línea completa? ¿Cómo puede volverse refugio la escritura si se es víctima de un insomnio que acelera el paso de una idea otra al punto de inhabilitar toda coherencia posible? ¿Cómo podrá curarse si, en su precario mundo, pronto tendrá que elegir entre comprar medicación o alimentarse?

Imposible escribir una línea completa se mueve entre lo real y lo mental. El zapateo, el berrinche en el suelo, los gritos y todo lo que vemos en escena, ¿está pasando en el mundo real o es una representación de lo que sucede en la mente del personaje? En la incertidumbre de la respuesta anida la potencia de esta tragicomedia en tres actos, que se nutre de diversas aristas de la cultura argentina y porteña: una cita de Lohana Berkins que reivindica la identidad queer del personaje, un malambo furioso, el mundo de la astrología, una copla de Horacio Guaraní y otros tantos elementos que intentan dibujar un retrato contemporáneo de un mal que padece gran parte de la sociedad.

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