De Latinoamérica al mundo

Por Florencia Ortolani

Periodista y artista venezolana, Alejandra Villasmil gestiona desde Santiago de Chile la plataforma online especializada en arte moderno y contemporáneo Artishock, una de las más visitadas en Iberoamérica. En esta entrevista cuenta cómo fue transitar el camino que la llevó desde Caracas, pasando por Nueva York, a ser hoy una referente en el ambiente artístico latinoamericano. Una mirada reflexiva de la crítica de arte y la gestión cultural en primera persona.  

-¿Qué significó para tu carrera profesional, que recién comenzaba a desarrollarse, la mudanza a Estados Unidos? ¿Cuáles fueron los obstáculos que tuviste que sortear para insertarte laboralmente?

-Llegué a Nueva York en 1997 por decisión propia. En principio iba de vacaciones, me alojé en la casa de una amiga venezolana artista, un piso de una fábrica en Long Island City que junto a su marido convirtieron en un loft en el que también vivían otros artistas. Por mi parte, en Caracas había hecho arte de forma irregular, pero cuando llegué a esta ciudad y vi toda esa energía concentrada comencé a tomarlo más en serio y a producir obra de forma más constante. De cualquier manera tenía que hacer algo más; con lo que ganaba en el periódico para el que escribía en Venezuela, era imposible sobrevivir. Y así fue que un día me acerqué al edificio de las Naciones Unidas. Allí había periodistas extranjeros que trabajaban para agencias de noticias en español. Logré entrar y por esas casualidades de la vida conocí a un periodista argentino que escribía para ANSA, la agencia de noticias italiana. No me acuerdo ni cómo comenzamos a conversar y al rato ya estaba instalada en su oficina mientras él me presentaba a sus colegas de Latinoamérica. Cuento esto porque en definitiva siempre me he vinculado a lo latinoamericano, quizás en ese momento por un tema del idioma y cercanía cultural, pero a fin de cuentas porque es algo que ha estado siempre en mí. Una cosa llevó a la otra y a través de los mismos contactos periodísticos que generé en ese tiempo, me contrataron de la agencia EFE de España para su oficina de Nueva York. Hacía notas de tendencias, moda y mucho de cultura. Paralelamente estudiaba y hacía arte. Llegué a exhibir mi obra y a estar representada por una galería. También trabajé como gestora, aunque incipiente, haciendo la prensa de una galería alternativa en Brooklyn. En 2004, creo que fue, comencé a escribir para la revista Arte al Día y me convertí en su corresponsal senior en Nueva York. Así que, si bien al comienzo fue difícil, esos problemas no duraron mucho. Creo que si uno se propone algo lo consigue (aunque suene a cliché). Además me parece que la edad es un factor determinante. En ese momento estaba en mis veintes, casada pero sin hijos ni mayores gastos. Viví en Nueva York diez años. Me fui en el 2007.

-Según comentaste en una entrevista, ya de regreso y en Chile, la imposibilidad de conseguir trabajo te llevó a crear la plataforma especializada en arte, Artishock. ¿Cómo fue el proceso de autogestión de un proyecto que hoy tiene entre 20.000 y 30.000 únicas visitas al mes?

-La verdad es que yo no quería dejar Nueva York, pero con mi marido en ese entonces acordamos que quizás lo profesional podía hacer una pausa y que era momento de formar familia en una ciudad más tranquila como Santiago. Los primeros dos años fueron bastante frustrantes.  Yo pensaba que, con mi experiencia, conseguir algo iba a ser relativamente fácil. Pero no. La situación en Chile en esa época era muy distinta. Recién ahora estamos viendo un país culturalmente más abierto a la inmigración pero cuando llegué en el 2007 no era así. La sociedad chilena solía ser muy cerrada con los extranjeros y creo que me percibían como una amenaza. Algo así como  “ahí viene esta venezolana a quitarnos el puesto”.  Finalmente, en el 2009, conseguí mi primer puesto estable en la Galería Moro (de Juan Pablo Moro), haciendo prensa. Pero el lugar cerró en el momento en que nacía mi primera hija y yo necesitaba seguir produciendo -por un tema profesional pero también económico-, y se me ocurrió la idea de gestionar mi propio proyecto desde casa. Pensaba: “si nadie me da trabajo, entonces me lo creo yo”. Me sugirieron que postulara mi idea a los fondos concursables del Estado, los Fondart. En cualquier caso, veía a Artishock como una combinación de las dos cosas que más me gusta hacer. Allí se vertería todo. Lo que aprendí en Nueva York como periodista pero también como artista. Cuando la revista se publicó online por primera vez  en el año 2011, el éxito fue casi inmediato y comenzaron a salir otras posibilidades: llevar la prensa de la Galería Gabriela Mistral, del Museo de Artes Visuales (MAVI) y de la Bienal de Artes Mediales, entre otras. La cosa es que Artishock creció de forma muy rápida, más que nada por el vacío que venía a llenar en Chile. No se publicaba con tanta periodicidad sobre la escena artística local o sobre los artistas chilenos en el extranjero. Nosotros les dimos espacio y eso fue un buen comienzo. Ya en su segundo año funcionando, Artishock se convirtió en la revista especializada en arte moderno y contemporáneo latinoamericano que es hoy, aunque por supuesto, el crecimiento es constante. La financiación sigue siendo el hándicap porque no contamos con financiamiento privado y ha habido años de vacas flacas, pero la revista no se deja de hacer. Por períodos, la autogestión es realmente llevada a lo básico: no hay presupuesto, pero sale igual.

-Originalmente la página tenía entre sus objetivos la difusión del arte emergente, hoy su línea editorial es más amplia y es uno de los rasgos que la definen y la distinguen. Como editora, ¿qué lugar ocupa el gusto personal en la selección de artistas o muestras? ¿Qué otros factores influyen?

-Sí, el propósito inicialmente era el arte emergente y también el chileno porque como te comentaba, existía esa necesidad. Pero también, como bien dices, estaban mis necesidades, o mis gustos, o como quieras llamarle. Creo que, por un lado, el ser editora de una publicación implica un criterio personal pero también estar enterada de lo que sucede en todo el mundo. Y así, los gustos personales van cambiando. Por otro lado, uno va haciendo un equilibrio entre lo que le interesa y lo que es de interés. No podía no difundir o llevar a la reflexión lo que ocurría en Argentina, por ejemplo, país vecino de Chile, o en México, Brasil o Colombia, que tienen escenas de arte notables, dinámicas, que aportan al discurso regional. Poco a poco fui incorporando información, reseñas o entrevistas relacionadas con casi toda Latinoamérica. Cuanto más investigaba, más me convencía de que había que poner a todos estos países en diálogo.  Además, una plataforma online no puede no ser global. Es contra-natura. La digitalización de las comunicaciones y la inmediatez de la información hacen prácticamente imposible que no te vincules (o que no nos vinculemos). Así que, más que descubrir el agua tibia, el agua tibia me descubrió a mí. Fue un proceso, digamos, lógico y espontáneo. Ahora nuestro enfoque está en Centroamérica y El Caribe, regiones en las que suceden tantas cosas interesantes como en las consideradas mainstream. El punto es investigar allí y sacar a la luz. También nos interesan otras escenas por fuera del canon, poner en valor lo que merece ser puesto en valor por un criterio, de nuevo, personal, pero también atendiendo a las voces de los críticos, de los historiadores e investigadores cuyo trabajo seguimos de cerca. Y no es por moda, sino por convicción. Las artistas mujeres, los artistas afrodescendientes, los olvidados por la historia oficial del arte, los artistas centroamericanos, los cruces entre el arte y otras disciplinas, los proyectos de arte independientes o autogestionados, como es precisamente nuestro caso, son parte de lo que nos interesa destacar.

Artishock cuenta hoy con colaboradores en más de diez países, cada uno con su particular idiosincrasia y recorrido profesional. Como editora general, ¿cómo logras un estilo que identifique a la plataforma a la vez amigable en su lectura, pero con abordajes pormenorizados y conceptualmente contundentes que la diferencian de otras páginas de difusión cultural?

-Creo que el punto está precisamente en la dirección y edición de los contenidos. He estado editando por todo este tiempo, pero desde mediados de este año contamos con la ayuda de Nicolás Narváez  y la idea es que esto continúe. Además, el perfil de Artishock es bastante informativo, algo que le imprime un estilo periodístico al sitio, que obviamente viene de mi formación profesional, y que como bien dices, lo distingue del resto. Esto hace mucho más accesibles sus contenidos pero no por ello menos profundos o rigurosos. Nos alejamos de aquellos textos propuestos con un lenguaje hermético o sobre-especializado que tienen cabida en otras plataformas, y están bien, pero no es a lo que queremos apuntar. Sin embargo, eso no quiere decir que no estemos abiertos a las voces propias, a lo autoral, algo muy distinto a lo complejo por lo complejo. Esto ha sido así desde el principio. Ahora, si nos hacemos la debida autocrítica, es cierto que nos falta incluir más textos críticos, pero constructivos. Las reseñas, las entrevistas, las noticias o los ensayos hasta ahora han ido bastante bien, pero queremos incorporar más voces críticas, autorizadas y también emergentes, pero sólidas. Y lo de tener distintos colaboradores, pues lo veo como un plus. Lo más bonito de todo esto es que la gran mayoría de ellos han llegado por cuenta propia. Casi todos los colaboradores de Artishock se han acercado espontáneamente, simplemente porque confían y les gusta el proyecto, porque se identifican con lo que hacemos y quieren ser parte de esta gran comunidad internacional. La verdad hay muchas colaboraciones no solicitadas en nuestro creciente archivo que son valioso material para otros colegas, investigadores y estudiantes.

-Además de ser la editora de una de las páginas más leídas en Iberoamérica, varias ferias internacionales  te convocan a participar entre sus periodistas invitados. En esta descentralización creciente del mercado del arte, en la que los países considerados periféricos comenzaron a desarrollar núcleos autónomos, ¿cuál consideras que es el lugar que ocupa Latinoamérica?

-Así es, me han invitado como periodista especializada a la reciente iniciativa del Getty, Pacific Standard Time: LA/LA, y a ferias como ArteBA, ArtBO y ArtMed (esta última en Medellín, que por cierto fue una experiencia increíble, al permitirme conocer la escena de una ciudad que no es precisamente capital política de un país). Y así con otras invitaciones como la que recibí de Tabacalera Estancias, patrocinada por el Ministerio de Cultura de España, para realizar una residencia de gestores en Madrid por el período de un mes.  Pero yendo al punto de cómo América Latina está retomando sus espacios –porque no los ha ganado, siempre los tuvo- en la escena artística internacional, puedo decir que estamos en un momento realmente importante, de valorización transversal, y confío en que sea así y que no sea solamente una moda impuesta por la academia, una tendencia de mercado o un síntoma más de las políticas públicas o gestiones privadas. Creo que, si miramos a Latinoamérica por y desde dentro, si nos involucramos de verdad y por convicción, nos damos cuenta de que lo que ya ocurre allí y su potencial es verdadero, legítimo y genuino. Las distorsiones que generan el mercado vienen ya marcadas por intereses políticos, económicos y mercantiles. Así que creo que sí, que en la región hay mucho y mucho aún por descubrir, no sólo en las capitales, sino también en otras ciudades: Rio de Janeiro, Guadalajara, Medellín, Cali, Rosario, Guayaquil, Santa Cruz de la Sierra, La Romana, Valparaíso, Concepción, Antofagasta, Iquique, Maracaibo…

-En tiempos de un notable auge de la figura del curador, en algunos casos por sobre la de los propios artistas, ¿qué lugar crees que ocupa el crítico de arte y la difusión cultural?

-Creo que aún tienen un papel realmente determinante en la construcción del relato histórico. Lo que pasa es que, como en todo, el punto está en quién es ese crítico o ese gestor o ese periodista. ¿Es alguien que está todo el tiempo destruyendo al otro? ¿Sólo apuesta a su validación personal o profesional? ¿Es alguien que está constantemente investigando, comunicándose con los artistas, visitando sus talleres o hace su trabajo por obligación, por salir del paso, desde la comodidad de su computador? Claro que no podemos olvidar que, en estos tiempos, la labor se hace más compleja, y yo diría que incluso se enturbia, con la presencia de los opinólogos de blogs y redes sociales, personas que pueden o no tener una buena intención en sus juicios y opiniones, pero que por encima de todo, son leídos y tomados en cuenta. Creo que este asunto de las redes sociales es muy beneficioso en muchos sentidos, principalmente porque abre las lecturas y democratiza la posibilidad de discurso y opinión, pero hay que ser cuidadosos con lo que se lee y a quién se lee. Hay que discernir e investigar las fuentes, como diríamos los periodistas. Hay que tener cuidado de ciertos personajes que intentan, de manera casi despótica, sin investigar o actualizarse, imponer ciertos discursos fuera de lugar y desubicados para estos tiempos como es el caso de la famosa Avelina Lésper, seguida por muchos por cierto, en su ferviente discurso que busca definir el arte contemporáneo. Ahora bien, a propósito de la figura del curador, hemos recibido una noticia alentadora y es que el curador de la próxima Bienal de Sao Paulo, Gabriel Pérez-Barreiro, apostará precisamente a quebrar el modelo tradicional de bienal y de la figura de “curador estrella” al incluir a siete artistas en la curaduría. Es decir,  siete artistas curarán sus propias exhibiciones y éstas serán incluidas en la Bienal. Si bien recientemente ha habido artistas-curadores en Bienales, como Elmgreen & Dragset en la Bienal de Estambul de 2017; Paulina Pukyte en la Bienal de Kaunas 2017 o Eungie Joo en la Bienal de Sharjah de 2012, entre otros, creo que es la primera vez que esto ocurre en América Latina y por iniciativa de un curador español cien por ciento involucrado con la región. Algo que definitivamente nos pone a pensar a los gestores, a los críticos y a otros curadores.

-La diversificación y aparente ruptura de la especificidad de gran parte del arte contemporáneo estaría para algunos desdibujando los límites del campo artístico. El bioarte o el artista como un tipo de divulgador de ciencia, por ejemplo, ponen en jaque a los críticos contemporáneos. ¿Cómo ves a la crítica en relación a este proceso? Desde tu experiencia, ¿cuál sería la clave para un abordaje efectivo?

-Todas las investigaciones que puedan ser complementarias, y de paso rigurosas, son en definitiva un aporte al campo. La crítica de arte no debe cerrarse a estas contaminaciones o cruces que han sido, en general beneficiosas o bienvenidas e incluso estimuladas por los mismos críticos. Hay un agotamiento general que atraviesa toda la escena o mundo del arte y creo que buscar y encontrar otros discursos que puedan aportar y enriquecer la experiencia artística deben ser estudiadas y analizadas con las herramientas pertinentes para calibrar su incidencia y, finalmente, su incorporación a la historia. Las lecturas unívocas, unidireccionales o directamente planas y sobre-especializadas definitivamente no contribuyen al enriquecimiento de los lenguajes y prácticas del arte contemporáneo. La crítica en el arte no solo debe estar abierta, sino instigar para que estas distintas interpretaciones ligadas a otras especializaciones ocurran, y eso se ve ya, por ejemplo, en la conformación de algunas mesas de discusión pública sobre arte a las que se invita a especialistas en otros campos como la sociología, la filosofía, la política o la ciencia a abrir las lecturas. Lo mismo ocurre en las curadurías, e incluso los propios artistas que hacen sus investigaciones más allá de su área de especialidad, es decir, buscan conectar el arte con la vida, más allá de quedarse en el plano tautológico y referencial del arte.

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