Caminos perfectos

Por Ramiro Antico

MUBI presenta una retrospectiva de la leyenda del Nuevo Cine Alemán, Wim Wenders, quien recientemente estrenó su último film.

Un avión recorre el cielo alejándose hasta volverse ínfimo. La cámara se mueve lentamente hasta encontrar el mar que acaricia la orilla con delicadeza. Hay un muelle al costado y debajo de él, un hombre. En sus manos reposa una polaroid. La levanta y, con la sutileza que solo el hábito otorga, dispara. Mientras la imagen fotográfica se plasma sobre el papel, el personaje levanta la vista y observa el paisaje que acaba de retratar. Ahora sí, vuelve a bajar su mirada hacia la instantánea como buscando algo. Dice en voz alta: “nunca sale lo que realmente has visto”. Sube a su auto y empieza a andar. Así comienza Alicia en las ciudades, cuarto largometraje de Wim Wenders, filmado en 16mm en el año 1974.

Cincuenta años más tarde, el cineasta alemán presenta su obra más reciente, Perfect Days (2023), cuyos primeros minutos permiten trazar numerosos vasos comunicantes entre ambas películas. Amanece en Tokio. Las copas de los árboles acarician el cielo. Un hombre se despierta, se asea, se viste y riega sus plantas. En cada acto imprime delicadeza y dedicación. Es una película sobre Japón y sus valores. El personaje alcanza la plenitud en la rutina ascética, en la repetición ritualística, en la contemplación perceptual y en el despojo. La devoción del director alemán por la cultura japonesa ya estaba presente en 1985, cuando viajó a filmar Tokio Ga (1985) en homenaje al más grande cineasta japonés: Ozu. En cierto momento del documental, Wenders visita su tumba y sobre ella lee un ideograma, Mu, que representa el concepto de vacuidad e indefinición. Queda marcado por esa idea, y al día de hoy, es posible ver cómo atraviesa su obra.

El 6 de agosto de 1945, otro avión recorría el cielo. Fue el primero en lanzar una bomba atómica que cayó sobre Hiroshima. Tres días después una segunda bomba arrasó Nagasaki. Wim Wenders nació en Alemania, a mediados de aquel mes turbulento, justamente el mismo día que Japón aceptó rendirse. Pocas semanas más tarde, tras la formalización de la rendición, la Segunda Guerra Mundial había terminado.

El cine logra extraer del movimiento lo que construye su esencia. A diferencia de la pintura o la fotografía, el cine es un corte móvil de los momentos. El movimiento es su cualidad pura. Los medios de locomoción o transporte, el viaje como búsqueda, como estado mental y la lógica del vagabundeo atraviesan por completo la obra del artista alemán. Aviones, trenes, autos, bicicletas, personajes que no cesan de trasladarse. No hace falta más que recordar títulos como En el transcurso del tiempo, Falso movimiento, Paris-Texas y ahora también Perfect Days para confirmarlo. El movimiento y el tiempo son fundamentales en el realizador germano y es por ello que su obra no se podría haber plasmado en ningún otro dispositivo que el cinematográfico.

La otra cuestión esencial en la filmografía del autor es cómo aborda la penetración cultural estadounidense a partir del triunfo en la segunda guerra mundial. Esta temática distintiva de Wenders es también la de Ozu. Alemania y Japón comparten una historia similar, Tokio Ga lo remarca constantemente. Perfect Days, también. A través de la banda sonora, la película señala cómo la cultura norteamericana logró inmiscuirse en el país oriental. La historia del siglo XX se derrama en la obra de Wenders. Hacia la década del 60, el cine alemán se encontraba estancado.  “El viejo cine ha muerto. Creemos el nuevo”. Con esas palabras concluía el Manifiesto de Oberhausen, firmado en 1962 por 26 jóvenes cineastas alemanes que dan origen al Nuevo Cine Alemán, uno de los movimientos más relevantes de la historia del cine en el cual encontramos no solo a Wenders sino a Kluge, Farocki, Straub & Huillet, Fassbinder, Herzog, Schlöndorff y muchos más.

En Perfect Days, en medio de su jornada laboral, Hirayama se sienta a almorzar en un parque y mira hacia las copas de los árboles. Komerobi, otro ideograma japonés, se refiere a la luz que se filtra a través de los árboles. El personaje saca su Olympus, una point and shoot, dispara y sonríe. Luego en su casa revisa el rollo y rompe gran parte de las fotografías tomadas, dialogando con el personaje de Alicia en las Ciudades, porque quizás es verdad que “nunca sale lo que realmente has visto”.

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