El frío roce del mármol

Por Florencia Pérez Calonga

El David Marrón, de David Gudiño. Dirigida por Laura Fernández. Con David Gudiño. En Dumont 4040. Santos Dumont 4040. Funciones: viernes 21:30hs

En el corazón de la Ciudad de Buenos Aires, el baño de un museo se convierte en el punto de encuentro de dos almas. David, el marrón, y Juan, el rubio, cruzan sus miradas entre mingitorios, un espacio que, aunque marginal, se transforma en el epicentro de una narrativa poderosa. Este encuentro no solo pone en escena el comienzo de un amor inesperado, sino que al mismo tiempo cuestiona las jerarquías raciales y estéticas que han sido impuestas durante varios siglos en la historia del arte.

La presencia de David, el de Miguel Ángel, como único testigo mudo y luego verdugo, añade una capa que complejiza la dimensión crítica de esta obra. La famosa escultura, símbolo de perfección y pureza en la tradición occidental, se convierte en un punto de referencia y de resistencia. Inicialmente, sus partes desmembradas esparcidas alrededor del espacio escénico, parecen operar como los simples restos de una observadora pasiva, pero su gélida presencia poco a poco se convierte en un símbolo de la confrontación entre la historia de la blanquitud y el deseo de romper con sus cánones.

La obra utiliza este triángulo amoroso para cuestionar profundamente las nociones de belleza, bondad y pureza que han sido históricamente atribuidas a los cánones eurocentristas. A través de la relación entre David, el marrón, y Juan, el rubio, se nos invita a reflexionar sobre cómo estos conceptos han sido construidos y perpetuadas por la historia del arte occidental. David no solo busca el amor y la aceptación de Juan, sino también la posibilidad de desafiar y subvertir los símbolos de poder que el propio David de mármol representa. La intención de profanar la escultura de Miguel Ángel es una metáfora potente para la descolonización del arte y la lucha contra las narrativas racistas que han dominado por siglos nuestra propia historia. Este acto no solo opera como una rebelión simbólica, sino también se vuelve una declaración de la necesidad de un arte mucho más inclusivo y antirracista en la historia oficial de estas instituciones legitimadoras.

La actuación de David Gudiño transita distintas etapas que oscilan entre la pasividad y el grito desesperado, capturando la esencia de un hombre atrapado entre su identidad y las expectativas impuestas por la sociedad. Este arco emocional refleja la evolución del personaje con la lucha interna y externa que enfrenta en la búsqueda de aceptación. Desde el texto la obra maneja una temática delicada con un estilo que mezcla humor crudo y vulgaridad deliberada, lo que le permite alejarse de la sofisticación para conectar con el público de manera directa y visceral. En el transcurso de su relato, las reflexiones que Gudiño realiza sobre el arte y la raza se vuelven accesibles y tangibles, lo que le permite despojarlas de la pretensión académica y acercarlas mucho más a la experiencia cotidiana.

En un contexto social donde las tensiones raciales siguen siendo una realidad palpable El David Marrón se presenta como una obra necesaria y relevante que nos invita a reconsiderar las narrativas heredadas y a cuestionar las bases sobre las cuales fuimos construyendo nuestras nociones de belleza y valor cultural. La historia de David, el marrón, y Juan, el rubio no es solo una simple historia de amor; es un grito por la igualdad, un llamado a reconocer y celebrar la diversidad en todas sus formas. Un manifiesto cultural que aboga por un mundo donde el arte no solo represente a unos pocos, sino que sea un reflejo de todas las voces y experiencias. Una invitación a profanar las estatuas de mármol de nuestros prejuicios y a esculpir un futuro donde la belleza y la empatía se encuentren en la diversidad y la inclusión.

Fotos prensa

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