Cuestionar los límites de la propia teatralidad

Por Florencia Pérez Calonga

No hay banda, de Martín Flores Cárdenas. Dirigida por Martín Flores Cárdenas. Con Martín Flores Cárdenas. En Casa Teatro Estudio. Guardia Vieja 4257. Funciones: lunes y sábados 20:30 hs, del 5 al 19 de septiembre.

A un costado de la escena, en una pequeña habitación pintada de blanco impoluto, se disponen: una mesa con ruedas, una banqueta, un teclado eléctrico, un micrófono y una indispensable botella de whisky con su respectivo vaso. Estos elementos son todo lo que forma parte del espacio escénico y todo lo que va a necesitar el autor, director e intérprete Martín Flores Cárdenas para compartir con los espectadores parte de su propia vida.

Esto no es una obra teatral, al menos no de la manera convencional, es una suerte de performance que nos propone un viaje hacia lo más profundo de la historia personal del autor. No hay banda es una propuesta distinta, una forma de hacer teatro que va a contracorriente, por momentos un tanto disruptiva y bastante cuestionadora sobre dónde empiezan y, más que nada, dónde terminan los límites no solo de la teatralidad sino también de la vida misma.

“No soy actor, tampoco pretendo serlo, es más: voy a contar esta historia actuando lo menos posible”, dice el único intérprete de la noche. En este particular modo de representar se prepara, sin prisa ni pausa, para relatarnos escena a escena los restos de una obra que se estrenó hace varios años en un festival de teatro de Brasil, junto con un grupo de actores que había convocado. Desde su soledad y en ese mismo espacio escénico que nos convoca abre el debate sobre si es posible reducir el teatro sólo al texto. Pero este no es el único planteamiento que el artista saca a luz, otro aspecto que se dispone a explorar es el posible nacimiento de una obra completamente distinta, una especie de proyecto experimental infinito que aturde y pone en carne viva su más profunda vulnerabilidad.

Usando su historia personal como punto de partida, propone un recorrido que atraviesa los límites entre la vida y la muerte. Con un montón de papeles en la mano, que va leyendo a su propio ritmo, relata una obra que creó a partir de la muerte de su abuelo. Esta obra, al igual que su abuelo, ya no existe, solo quedan los restos y el recuerdo. De esta manera exhibe la conjunción máxima entre el instante y la eternidad. A lo largo de su relato las preguntas existenciales forman una parte fundamental de su dramaturgia y la sensibilidad con la que apela para contarnos su historia logra conmover hasta a las almas más duras.

¿Será posible que el teatro nos vuelva eternos?  De alguna forma Cárdenas se permite indagar en esta cuestión y logra por un instante volver a traer a su abuelo al plano terrenal. Durante su performance imagina posibles diálogos que tendría con él si estuviera hoy entre los vivos y crea un presente distinto desde la ausencia de un cuerpo con la presencia del suyo. Concibe una nueva verdad que no se da en ningún otro lugar que no sea sobre el escenario.

La voz, el cuerpo, tanto el presente como el de los ausentes, y la imaginación son cruciales en esta pieza. El intérprete se va moviendo en el escenario consciente del público que lo rodea y desde las palabras construye un vínculo con los espectadores cargado de emociones. Apelando a recursos como las proyecciones, audios de WhatsApp y una canción interpretada en el piano, genera la incomodidad que viene aparejada con el hecho de expresar lo que se siente cuando una persona que amamos ya no está.

No hay banda es una obra performática que se cuestiona constantemente sobre sus propios bordes, una perpetua búsqueda destinada posiblemente a no terminar nunca. Dividida en seis escenas, el autor nos propone en cada una de ellas tocar la herida profunda de su propio dolor y logra captar al público desde la simplicidad de su más auténtica creación, demostrando que siempre algo nace de algo que muere.

“No hay banda, esto es solo una grabación” se escucha a uno de los actores decir en una de las escenas de la mítica película de David Lynch Mulholland Drive. Y como una especie de tributo, Cárdenas revela que del encuentro de formas y modos distintos es posible que cada noche que él se para frente al público, relatando el recuerdo de una obra que ya fue, haya teatro.

Imágenes del Instagram de Casa Teatro Estudio.

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